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El huracán viene después

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¿Tembló?

¿Estoy soñando?

¿Un huracán puede causar eso?

Eran las 4 de la mañana cuando un estruendo en el suelo de aquella escuela, que ahora era mi refugio, me despertó. “El ojo del huracán María estará entrando por la zona de Maunabo con vientos de 165 millas por ahora”. Recuerdo haber escuchado eso en las noticias a eso de las 7 de la noche. Mi madre, aterrada ante esas palabras y al ver que yo ardía en fiebre decidió que nuestro hogar no era uno seguro y que el estar en un refugio era mejor. Preparamos maletas, tomamos algunos “munchies” y nos dirigimos a nuestro carro bajo un aguacero y de ahí partimos al que pronto se convertiría en algo más. Al llegar a aquel lugar, vimos cómo había personas de diferentes niveles sociales, pero todos teníamos una cosa en común: María nos aterraba.

Pasaron las horas hasta que aquel estruendo me despertó. Después de eso, las siguientes horas parecieron ser eternas. En el salón donde estaba refugiada se encontraba mi mamá que se paseaba de lado a lado con audífonos puestos y la música a todo nivel para evitar escuchar los vientos, mi hermano que constantemente miraba por las ventanas para ver qué casa había sido destruida y cuantos árboles había en el suelo. También estaba una de mis tías, quien sólo repetía constantemente lo aterrada que estaba; mi prima, quien se tomó unas pastillas para la ansiedad y parecía hablar en otro idioma; y otra familia (una madre con dos niños). Ellos estaban igual que nosotros: desesperados, ansiosos y con unas ganas inmensas de perder la poca cordura mientras cientos de lobos aullaban a la noche.

Finalmente, llegó la calma por 30 minutos. Abrimos el salón y corrimos al baño mientras veíamos parte de la destrucción que el huracán había dejado. Todavía faltaba la segunda ronda. Regresamos al cuarto y nuevamente escuchamos a cientos de lobos aullar y ver como ya nada tenía color: Maunabo había desaparecido.

A las 11 de la mañana todo parecía haber terminado. Mi madre decidió salir del refugio e ir a nuestra casa a ver si todo estaba bien y así poder regresar a nuestro hogar. Lo que no sabíamos es que ese día comenzaría nuestra bitácora después del huracán María.

Día 1

No hay luz, ni agua, ni telecomunicaciones. No tengo un hogar, bueno, se fue una puerta y ventanas.

Día 2

La vida en un refugio es algo complicada. Mi abuelo siempre decía: “el verdadero huracán viene después”.

Día 3

Puerto Rico sigue incomunicado. Maunabo parece haber desaparecido del mapa y he aprendido a dominar el arte de bañarme con un galón de agua y jugar cartas UNO.

Dia 4

Me robaron algunas cosas personales en el refugio. Sigo sin escuchar las voces de dos de las personas más importantes de mi vida y mi cordura se está alejando de mí.

Día 5

Comenzó a salir el sol, pero el enviar un mensaje para mantener un contacto imaginario con alguien me alejaba de esa claridad.

Día 6

El agua está llegando por cuatro horas al día. Pude ver que mi papá está bien y pude salir de Maunabo en busca de señal celular. Pude hablar con mi gente… creo que me voy.

Día 7

Decidimos irnos del refugio y tratar de limpiar nuestra casa. Sacamos basura y agua por horas. Tapamos los rotos de las ventanas y puertas; las lágrimas caían, pero teníamos que regresar a ella.

En la noche, me percaté que teníamos tres generadores eléctricos a nuestro alrededor. No supe lo que es dormir después de ese día.

Día 8

Todo sigue igual.

Día 9

Con solo $100 en el bolsillo decidimos salir en búsqueda de señal, comida, algo frio que tomar y gasolina. Hicimos nuestra primera fila de 6 horas para conseguir gasolina.

Día 10

Comimos en un “fast food”.

Día 11

Las noches son largas, sin sueño y con muchas interrogantes sobre el futuro. ¿Quién diría que las cartas UNO ayudan con esos males?

Día 12

Al parecer no me iré, me cancelaron el vuelo. Esa noche fue la más larga.

Día 13

No ha llegado ayuda a mi pueblo. Ya no tenemos dinero. No tenemos casi comida. No hay comunicación. No hay agua. ¡Cartas UNO vengan a mí!

Día 14

Mi casa es considerada una zona inaccesible, no sabemos cuándo llegará ayuda y ni siquiera tenemos esperanzas de tener sistema eléctrico porque María se llevó esa parte de la casa. El arroz con salchicha ya no tiene salchicha.

Día 15

¿Qué hago?

Día 16

Hoy sí que jugamos a vivir en un mundo normal. Comimos pizza, vimos una película, tomamos refresco con hielo y teníamos señal. Es “nice” pretender ser del área Metro por unas horas.

Día 17

Debería comenzar a preparar maletas.

Día 18

¿Como se supone que le diga adiós a 24 años de vida? En realidad, ¿voy a abandonar todo? ¿Es abandonar cuando no se tiene nada?

Dia 19

Me graduaba en mayo, graduaba. Ese pensamiento me levantó constantemente durante la noche con un dolor inmenso en el pecho y una lágrima constante en mi mejilla.

Dia 20

Llegaron suministros a Maunabo. Nunca había amado tanto las galletas con jalea y mantequilla de maní.

Dia 21

Me voy en dos días. Las palpitaciones ya eran parte de mi diario vivir. Los nervios eran mi nueva personalidad. No me quiero despedir.

Día 22

Llegó el momento de despedirme de todos. Ese día lloré de mañana a noche.

Día 23

Una lágrima mojó mi mejilla. El avión hacía su despegue hacia Miami y mi corazón estaba lleno de sentimientos encontrados. Dejé a amistades de años, compañeros de clase y una pequeña parte de mi corazón atrás, en mi bella Isla, cuyo verdor desapareció.

Día 24

Respiro. Un nuevo comienzo.